martes, 4 de noviembre de 2008

Playground

Esta historia está pensada para leerse con el tiempo necesario para escuchar cada canción. Pulsa el play y no dejes de leer.








Despierto desorientado, sin reconocer el lugar en que estoy, sin recordar cómo he llegado hasta allí ni qué debería hacer en el día que empieza. ¿Habré bebido demasiado? Miro a mi lado y no parece haber señales de que haya dormido con alguien. Entonces, ¿dónde estoy?

 ¿Qué edad tengo? ¿Cuál es mi nombre? ¿Qué cosas sé? ¿Qué me inquieta? ¿Me queda algo por hacer en la vida?

 ¿Quiero a alguien? ¿Alguien me estará echando de menos?

Me incorporo e intento levantarme, pero tengo los miembros entumecidos. Apenas puedo sentir mis pies. Parecen estar congelados, pero no hace frío en esta habitación. Al contrario, estoy sin camiseta y no lo había notado hasta ahora. Poco a poco mis piernas comienzan a obedecerme y las pongo en el suelo. Que soporten todo mi cuerpo será más complicado, pero lo intentaré agarrándome a la barra que hay en la pared.

Me pregunto por qué está ahí esa barra metálica horizontal que recorre toda la habitación. No parece tener otra finalidad que ayudarme a caminar. De hecho, en cuanto me agarro a ella mis pies me responden perfectamente, y puedo sostenerme y mirar a mi alrededor.

Esta habitación no tiene ninguna puerta. Frente a mí sólo veo ladrillo y esa barra metálica a la que estoy sujeto. A mis espaldas hay una ventana abierta, y a través de ella veo un paisaje que no reconozco, ni siquiera parece de mi país. ¿Por qué no consigo recordar cómo he llegado hasta aquí?

Me intento acercar a la ventana atravesando la habitación, pero al separarme de la pared me fallan las fuerzas. Así que sigo agarrando esa barra, y conforme me acerco a la ventana me doy cuenta de que no acaba ahí, sale al exterior y se adentra en el paisaje.

Me asomo por la ventana y veo que me separa una distancia enorme hasta el suelo, hay al menos unas diez plantas por debajo de mí. Está bien, parece que mientras no suelte esta barra, mi cuerpo me responderá y podré salir de aquí. Así que la agarro fuerte, cierro los ojos y me dejo caer, como al bajar en una montaña rusa. 

Llego al suelo y caigo en algo que me parece césped. Abro los ojos y estoy en una especie de columpio infantil, pero no parece tan divertido. Me rodean barras de colores, son amarillas, rojas y verdes, pero me da la impresión de que cambian de color, o de posición, porque cada vez que intento encontrar una salida por una parte, la otra se vuelve completamente diferente. 

Intento salir de esa maraña durante horas, voy avanzando a través de ese enredo, pero no parece terminar nunca, y además creo estar perdiendo el sentido de la orientación. 

Aquello no parece tener fin. Estoy muy cansado, esta situación me agota, pienso en gritar o en pedir auxilio pero me doy cuenta de que no conozco ningún idioma para hacerlo. Mis pensamientos simplemente están ahí, son totalmente viscerales. En cualquier caso, si intentara pedir ayuda tampoco sabría en qué lengua hacerlo, porque no sé dónde estoy. 

Creo que esto no tiene salida. Me rindo. Quizás es demasiado pronto para darse por vencido, pero de todos modos creo que salir de aquí no merece la pena. No sé quién soy, nadie me espera, no tengo nada por hacer, no recuerdo sentir nada por nadie. Además, mi cuerpo sólo puede responderme si estoy cerca de estas barras metálicas. 

Lo mejor será quedarse aquí. Me acurruco y siento cómo las barras metálicas se hacen cada vez más flexibles, y se uniforma su color. Ahora son todas grises, con un tono azulado, tienen un tacto agradable y desprenden una luz muy tenue, que me resulta muy agradable ahora que se estaba poniendo el sol. 

Realmente estoy a gusto aquí. Es lo único que necesito.

No hay comentarios: